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Capítulo ocho – Lo que el destino depare

Hoy, tercer viernes de ‘New Chapter Day’ en el blog. Aparte de informaros de que ya está disponible el octavo capítulo de la fanfic en www,loqueeldestinodepare.wordpress.com/fanfic/ o pinchando en ‘Lo que el destino depare’ arriba a la derecha de la pantalla, venía a avisar de nuevos acontecimientos en el blog.

Estos no son más que el intento de meter más actividad en el blog, con minirelatos y la más que posible crítica a Gru 2: Mi villano favorito. 

Muchas gracias si me lees, y si no, también. 

 
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Publicado por en julio 12, 2013 en Lo que el destino depare

 

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Lo que el destino depare – Capítulo cuatro

¡¡¡YA ESTOY AQUÍ DE NUEVO!!! Tras ese mes sin subir nada, me dispongo a subir el que es el número cuatro de los capítulos de la semi-fanfic que escribo (o al menos lo intento), cuando los estudios me permiten respirar más de dos veces seguidas.

Sin más dilación les dejo el enlace por si sois lo bastante torpes como para no encontrar la etiqueta »lo que el destino depare» arriba a la derecha de vuestras pantallas.

Critiquen a su gusto sin dudarlo.

https://loqueeldestinodepare.wordpress.com/80-2/

 
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Publicado por en abril 12, 2013 en Lo que el destino depare

 

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Lo que el destino depare – Capítulo dos

Nuevo modelo de subir los capítulos de la fan-fic. A partir de ahora todos irán correlativos en la página Lo que el destino depare. Está justo a la derecha de «inicio´´.

Os dejo el segundo capítulo con los mismos deseos que el primero. Que os guste y que os transporteis por un momento a ese mundo perfecto donde se encuentra el protagonista.

Si tenéis problemas para encontrarlo, aquí os dejo el enlace. https://loqueeldestinodepare.wordpress.com/80-2/

Muchas gracias y no dudéis en criticar.

 
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Publicado por en febrero 2, 2013 en Lo que el destino depare

 

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Lo que el destino depare – Capítulo 1

Me desperté despierto. Contradictorio, sí, pero es la única manera de describir mi despertar aquel día. Me desperté sentado en una mesa ovalada de un tamaño bastante considerable. Era negra, y brillaba de tal forma que invitaba a sentarse a ella incluso sin tener nada que hacer. La sala también era negra, con pantallas incrustadas en la pared más cercana a la parte de la mesa donde había una silla con un respaldar de casi un metro ochenta de altura. Lo que más me llamó la atención no fue toda aquella negrura atrayente, sino mi despertar. ¿Cómo? No recordaba haber siquiera dormido antes de llegar ahí. Solo recordaba estar cambiándome de ropa para ir un día más al instituto.

-Calma Antonio. Dite a ti mismo de lo que estás seguro – me dije-. A ver, me estaba poniendo la camiseta de Green Day que tanto me gusta, y antes de acabar de ponérmela estaba aquí –Miré abajo a ver si la tenía puesta-. Y aquí está, igual que allí, solo que aquí. ¿Estoy aquí de verdad? ¿O es de esos sueños que son tan reales? –Me pellizqué en el muslo y confirmé lo que era obvio- Sí, el tacto del vaquero es el mismo, y el dolor también es real.

Tras haber confirmado que no era un sueño, llegué a la conclusión antes de tomar ninguna decisión de que era imposible concretar cómo había llegado a la sala. Finalmente, me decidí a mirar de nuevo al agujero que había en el centro de la mesa y que ya miraba cuando llegué. De hecho era lo único que había mirado fijamente. Utilicé una técnica en la que ya estaba especializado debido a lo cauto que he sido siempre, el mirar algo sin mirarlo. Es decir, miras una cosa fijamente mientras tu cerebro capta lo que pasa en todo tu campo visual casi al completo.

La sala no tenía demasiada decoración, se notaba que no se utilizaba para cualquier cosa. Era una sala exclusiva… ¿para qué? En la pared frontal había un corcho con papeles pegados. Alcancé a ver algo como The Daily Prophet, aunque no me hice mucho caso, dado que era completamente imposible. Seguí explorando la sala. Me di cuenta de que no estaba en silencio. Me resultó extraño que no hubiera escuchado nada hasta ese momento, dado que del ruido es una de las primeras cosas de las que te percatas. Me asaltó la duda de si la gente que había sentada a mi alrededor hubiera empezado a hablar justo en ese momento, pero no. La conversación tenía pinta de haber empezado mucho antes. Decidí que escucharía la conversación después de mirar a quienes se sentaban junto a mí.

No.

No, no, no, no. No podía ser. De ninguna manera. Agarré el reposabrazos para sentir algo a lo que aferrarme. ¿Por qué yo? ¿Por qué así? Empecé a sudar de una manera sobrenatural. No sabía lo que hacer, me sentía noqueado, en shock. Cuando creía que me desmayaba oí la voz de aquella mujer.

-¡¡Pero míralo Artemis!! ¡¡Le va a entrar algo!!

Abrí los ojos inconscientemente lo más que pude, no solo era ella, sino que sabía de mi existencia. Y para colmo, había nombrado al chaval que estaba sentado en la silla presidencial, la del respaldar alto. ¡Artemis! ¡Artemis Fowl delante de mis narices! No había ninguna duda de que era él.

Intenté respirar ante todo lo que estaba ocurriendo. Miré el vaso de cristal que tenía delante de mí. Estaba vacío. ¿Por qué el mío estaba vacío y el de los otros no? ¿No esperaban mi llegada? Dios mio… ¿Mi llegada? ¿Quién era yo para decir ‘’mi llegada’’?

-¡Aguamenti! –Gritó la mujer apuntando con lo que aparentemente era un palo de madera hacia mi vaso. En un instante tenía agua en él.

Bebí, y miré arriba. Ya no podía esconderme más en mi ‘retiro de shock’. Tenía que hablar. Cuando me terminé el vaso de agua lo dejé sobre la mesa y miré a la señora que primero me había defendido ante el mismísimo Artemis Fowl y que después me había dado de beber probablemente saltándose alguna norma.

-Gracias –fue lo más que pude decir-. Usted es… no, ¿verdad? No puede ser… es decir, ¡no existe! Bueno, en realidad…

-Antonio –me interrumpió-, no gastes fuerzas. Sí, existo, soy real y todos los que estamos aquí lo somos, de hecho. Y si nadie tiene el valor de hacer la presentación me dispondré yo misma a hacerla –Dijo dirigiendo una mirada de reprobación a Artemis, que puso los ojos en blanco y le hizo un gesto irónico con la mano para que empezara.

>>Yo, como sabrás, soy la Profesora McGonagall, y todos los que estamos aquí somos personajes ‘’inventados’’ por escritores. Debo decir antes de presentarte a los demás miembros de la mesa que las obras son en su mayoría ficticias. Lo que hay de real en ellas somos nosotros, los personajes. La única forma que tienes de ayudar ahora mismo es prestar atención y absorber lo más rápido las palabras que te diga. Es difícil, lo comprendo, pero es lo único que puedes hacer.

>>Puedo suponer que conoces a casi la totalidad de los componentes de la mesa –dijo antes de tomar un sorbo de su vaso-. A mi derecha está el Señor Tumnus.

-Hola –saludó el fauno sonriendo jovialmente.

-Conocido entre los muggles, perdón, entre los no-mágicos –prosiguió la profesora- por su ayuda servida a los cuatro hermanos que entraron en Narnia.

-Lo conozco –dije totalmente fascinado. Era tal y como me lo esperaba, solo que un poco más fuerte y robusto.

-Pero no del todo. El adorable e indefenso fauno creado por nuestro amigo Clive, que por cierto no tiene en absoluto parecido con la realidad, tiene el poder de la transformación. Puede adquirir la apariencia de lo que le plazca. Por favor, si quieres aclararle algo al chico, Tumnus –finalizó McGonagall dirigiéndose al fauno.

-Po… por supu… puesto señora.

Dicho esto se levantó de la silla y puso una de sus patas en la mesa, para ayudar a subir la otra y así incorporarse a ésta. A continuación, entrecerró los ojos y ocurrió lo que él quería que viera. De pronto sus patas se volvieron cuatro y de su pelvis salió una cabeza de caballo negra y brillante. Cuando pensaba que la transformación equina ya estaba finalizada en un bonito caballo inmaculadamente negro, de su lomo salió un hombre. Salió como si fuera líquido burbujeante hacia arriba, convirtiéndose en un perfilado hombre con un sombrero.

-Salut mon ami! –El hombre que estaba encima del caballo me hablaba en francés. Sin duda era Napoleón Bonaparte. El comentario provocó el aplauso de los miembros de la mesa, excepto de Artemis, que todo este espectáculo le parecía estúpido. A continuación, se volvió a sentar en su silla, al lado de McGonagall.

-Perfecto como siempre, Señor Tumnus, pero creo que el fortuito invitado lo último que necesita es ver como un fauno se convierte en Napoleón –intervino el mismo Artemis, queriendo acabar con las presentaciones-. Ahora, aunque la profesora McGonagall lo crea inconveniente, se seguirán las normas establecidas por la mesa en un principio.

-Pero esta es una excepción, Artemis –respondió resignada la profesora, que sabía la inutilidad de discutir con Artemis sobre normas y procedimientos.

-No lo suficientemente excepcional, McGonagall. No. Seguiremos con el protocolo corriente, y ya con el tiempo sabremos si éste es un caso excepcional o no –concluyó Artemis-. Si nadie tiene nada más que decir, doy la reunión inicial por acabada.

Y tras un breve silencio, Artemis miró a McGonagall y le guiñó un ojo. Acto seguido se levantaron todos los componentes y salieron por tres puertas diferentes. Al final sólo quedaron la profesora y Artemis sentados en la mesa, hasta que McGonagall cedió al pulso y se levantó.

-Sabes que tengo razón Artemis, lo sabes. Pero parece que para que te importe tiene que estar relacionado con tu vida –sentenció antes de marcharse.

Yo, que había permanecido sentado durante todo ese tiempo, decidí levantarme para salir por la misma puerta que McGonagall, pero Artemis me llamó la atención antes de que me diera tiempo a girarme siquiera.

-¿Dónde vas?

-A… a… no sé, la verdad –y no mentía, no sabía donde iba.

-Pues claro que no lo sabes. Ven, sígueme, ahora te tengo que actualizar sobre tu vida.

Se levantó y anduvo en dirección contraria hacia donde se encontraban las tres puertas. Se puso en frente de donde estaban las pantallas incrustadas y pronunció unas palabras en un idioma que no llegué a reconocer. Acto seguido se abrió lo que resultó ser una puerta entre las pantallas.

-Élfico. No creas que no me cuesta hablarlo. Ven.

 

Aunque no lo pareciese, estaba totalmente desconcertado con todo lo que estaba aconteciendo. Pero si algo me caracteriza, es la serenidad en situaciones tensas o extrañas, y ésta era una de las últimas. Si se piensa fríamente, sería normal concluir que casi todas las personas que estuvieran en mi situación caerían desmayadas tarde o temprano, pero yo, sorprendiéndome a mi mismo, caminaba desconcertado pero seguro con Artemis Fowl II, mi personaje supuestamente ficticio favorito, ‘creado’ por un irlandés. Y remarco creado porque en ese instante no sabía si el personaje fue antes de la novela, o después, o simplemente él era quien escribía los libros sobre sí mismo. Con todo esto dando vueltas en mi pobre y dolorida cabeza, entramos en una sala más pequeña que la anterior después de pasar por un pasillo corto. Seguía siendo de mármol negro, muy elegante. No conseguía ponerle nombre o función a aquella sala. No entendía su existencia, otro punto más que no entendía sobre el centenar que ya llevaba… Pensé absurdamente que aquella era la ¨sala para hablar con Antonio después de que pasara la conmoción de su llegada¨, pues juro que era imposible el deducir la intención para la que fue creada. Constaba de una mesa sencilla de aproximadamente un metro cuadrado. Resaltaba sobre lo demás porque era gris, a diferencia de todo lo demás, que era negro. No era de piedra, pero tampoco de plástico. Se parecía más bien a un material sintético parecido a la madera. Artemis se sentó finalmente en una de las sillas que estaba a un lado de la mesa, y me invitó a sentarme en la que estaba justo enfrente.

-Hola Antonio –me dijo.

Artemis Fowl hablándome, el mismo Artemis Fowl de los libros, el que tenía un coeficiente intelectual capaz de robarle a las especies del subsuelo (elfos, centauros y demás personajes fantásticos) buena parte de su oro, y esa era solo una parte de sus hazañas, la primera y en mi opinión la más emocionante. Me preguntaba dónde estaría su guardaespaldas, Mayordomo, si es que en realidad existiese. Le acompañaba a todos lados, y su función era protegerle, como había hecho su padre con el de Artemis, y como haría su hijo con el de él.

-Hola Artemis –le contesté. No sabía si era lo más correcto, pero no sabía tantas cosas, que ya me daba lo mismo lo que estaba protocolariamente bien visto y lo que no.

-¿Sabes lo que te ha pasado?

-No. Tampoco sé a lo que te refieres con esa pregunta, ni dónde estoy, ni cómo he aparecido, ni siquiera sé si estoy aquí realmente o no. Tampoco sé por qué estoy hablando con un personaje ficticio, ni como la profesora McGonagall acaba de salir por la puerta de en medio. ¡La profesora McGonagall!

-Tranquilo. En este estado es normal que no sepas responder ninguna de las preguntas que te estés haciendo. Ni siquiera podrás hacerte todas las preguntas que te quieres hacer, así que tienes que confiar en que yo y los demás miembros de la mesa te resolvamos todo. Primero te diré que según lo que interpretes tú por realidad seremos reales o no, aunque eso lo entenderás más tarde.

-No me estás ayudando –dije comenzando a enfadarme por la situación tan absurda que estaba viviendo. Artemis me respondió con una mirada furtiva y de superioridad infinita. No me llevaría bien con él. Al menos de momento.

-Lo primero que tienes que saber, es tu estado vital –prosiguió como si no le hubiera contestado-. Antonio, quizás lo creas o no –y aquí me miró fijamente y puso gesto serio y solemne- estás en coma. Me consta que lo último que recuerdas es que te estabas poniendo esa camiseta, pero te dormiste más tarde.

-¿Estoy soñando? –Fue lo único que alcancé a decir. Me daba vueltas la cabeza y quería que eso acabase cuanto antes, aun así, me creí todo lo que me dijo, no me quedaba otra.

-Algo parecido, aunque no del todo cierto. Lo que hagas aquí repercutirá en tu realidad, en el mundo que acabas de abandonar.

-¿Estoy muerto?

-No. Y por eso te hemos traído aquí. Lo que eres ahora mismo es una especie de representación de lo que fuiste en el mundo real. Estás en un mundo donde nada de lo que ves es totalmente real, ni totalmente falso.

-No entiendo nada –y así era, cada vez me sentía más fatigado, y un poco de mareo incluso. Quería salir de ahí.

-Es normal que no lo entiendas, pero te irás acostumbrando. Lo más que puedes hacer ahora mismo es aceptar que esto no es ninguna mentira y que lo que hagas en este mundo repercutirá en el mundo real. Esto puede ser muy largo, Antonio, o muy corto.

-¿Cuánto tiempo puedo estar en este ‘limbo’? –pregunté ya resignado.

-Todo el que necesites, o el que te permitan en el mundo real.

Sorprendentemente, estaba menos desconcertado. Al menos ahora tenía una base para construir nuevas preguntas, y quizás me pudiera dar las respuestas yo solo. Ahora el siguiente paso era salir de aquella sala claustrofóbica y conseguir agua para no caer en coma por segunda vez en un mismo día, si es que eso fuera posible. Pero antes de irme quería saber una cosa más de Artemis, así que me lancé a preguntársela.

-Artemis, ¿es la primera vez que haces esto? –dije, aun sabiendo que se lo podía tomar a mal, pero tampoco tenía nada que perder. Se puso de pie, abrió la puerta que daba a la sala mayor con un par de palabras en Élfico, se dio la vuelta y me contestó:

-Contigo sí.

 
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Publicado por en enero 18, 2013 en Lo que el destino depare

 

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Lo que el destino depare – Sinopsis

‘’Antonio, lo creas o no, estás en coma’’

Así se enteró nuestro protagonista de que había abandonado su mundo, al menos de momento. Desde ahí, su objetivo primordial es volver a su cuerpo y volver a estar junto con su familia, amigos y con una persona muy especial para él. Para ello contará con la ayuda de sus personajes ficticios favoritos, entre los que se encuentran la valiente profesora McGonagall, el inteligente Artemis Fowl y su guardaespaldas, Sherlock Holmes… y otros. Con ellos debe de tomar la decisión de luchar para volver a su cuerpo al instante, o esperar a que su cuerpo reaccione y traiga su alma de nuevo a nuestro mundo. Pero un secreto guardado en el mundo del coma durante años ayuda a Antonio a elegir luchar por su vida.

¿Qué tipo de sorpresas le esperan a nuestro protagonista en un mundo totalmente desconocido?

 
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Publicado por en enero 18, 2013 en Lo que el destino depare

 

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Lo que el destino depare – Introducción

Nueva sección. En ella escribiré una semi fan-fic. Significa mucho para mí el paso de escribir para mi solo a escribir en internet. Es muy cobarde lo que voy a decir ahora, pero me escuso antes de que sigais leyendo la historia, pues al nunca haberme leido nadie no sé si gustará o no. Aun así, es un paso que he creido necesario dar, pues me encantaría algún día vivir de esto, aunque sea bastante improbable o casi imposible.

Mi deseo es que os guste, ese sería mi mayor dicha. Y si no os gusta, agradezco las criticas constructivas, pues nadie nace sabiendo.

La subiré por capítulos. Hoy subiré el primero, y probablemente la semana que viene o la otra suba el segundo, aunque no prometo fechas con los siguientes. Si lo quereis más seguidos, solo teneis que alentarme y darme prisa.

Sin más dilación, me pongo manos a la obra para subir la sinopsis y el primer capítulo.Muchas gracias y espero sinceramente que al menos os entretengais.

 
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Publicado por en enero 18, 2013 en Lo que el destino depare

 

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